DIPLOMACIA -UNO

Soy una persona tolerante. No odio en silencio, simplemente porque no odio. Tampoco finjo, ni pretendo. Siento.
A pesar de que me acostumbré a mi vida y sus freakencias, hay un cierto número de cosas que siempre, copiosamente, me bordean.
Cuando me bordeo no sufro, por supuesto. Sólo experimento una sensación de cosquilla en la garganta. Un amaguito, socialmente conocido como vástago de la molestia.
Estoy aburrida de hablar de Dios (no quiero ni un comentario a este respecto) y noto con claridad que los “violentos” condenan, desaprueban y luchan cinematográficamente –y en la media- contra los tipos de “violencia” que ellos generan.
Encuentro recalcitrante la sobreexposición de cosas que, a mi parecer, son naturales. Me bordean el feminismo y el machismo, porque finalmente no acabo de reconocer si están discutiéndose, sobreponiéndose o pellizcándose. Voto por la igualdad y las habilidades particulares, lo demás me provoca sospechas.
Estoy plenamente convencida de que cualquier intento de autopublicidad sexual es obtuso, absurdo y aburrido. ¿Soy yo o todos tenemos cuerpo?
Voy a promover el total reconocimiento sexual de las orejas.
Las orejas tienen con qué ser genitales: nervios, piel y sinuosidades.
Alguien debe empezar a taparlas, sublimarlas, satanizarlas y publicitarlas.
Luego veremos películas de gente lamiendo orejas durante horas. Gente hablando a diario de orejas, gente pensando en orejas, gente gritando a razón de las orejas, gente inventando nuevos apelativos para las orejas, gente aburrida a falta de orejas, gente alquilando orejas, silicona para el aumento de orejas y gente ganando dinero a punta de ejercicios de orejas.