Le gusta la bebida roja.
Esa que me gustaba cuando era pequeña.
Los asientos amplios, la comida buena.
Caminar las calles durante horas, escuchar cuentos inverosímiles y consejos de viejas.
La luz del sol, los muros chiquitos donde uno puede subirse de un salto y caminar dando, a veces, vueltas.
Las pizzas medio congeladas, mirar montañas.
Reir y acariciar mejillas sonrosadas.
Guiar imaginariamente una orquesta filarmónica con la mano.
Examinar / inspeccionar/ explorar.
Correr, cargar, servir hermosos desayunos en la mañana.
Y se queda viendome con esa mirada tan serena, tan honda, tan familiar, tan tumultosa pero a la vez, impávida.
Me envuelve las manos de manera sencilla, atando con gusto lazos que no se pierden.
Tiene el olor de los objetos conocidos pero, a veces guardados. Maderas y flores, praderas enteras y brisas que jamás podrían describirse.
Le puedo tocar el alma, y quedarme a dormir, tan ahí, tan así.
Aparece, con la tranquilidad que ofrece un árbol al extender su sombra para proteger, jamás para cohartar
Y me llena, como el agua.
Friday, August 18, 2006
Evacuó hetsah los 3:44 PM
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Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhy, que liiiiiiiiindo :).
ReplyDeleteRealmente me conmovió. TAMMP!
Bechitos, el Pigito!
una pequeña recopilación de lo que hay en mi
ReplyDeleteaunque hay muchisisiismo más
gracias, mil gracias
por todo
y por ti
y en castigo por ponerme las cosas en iniciales, no te digo ni mu
jaja
:)
Yo pienso que tu tienes una facilidad extraordinaria para el delirio. Uno se imagina de regreso en una infancia de clase media, en algún local donde venden completos (hot dog) y bebidas. Una ocasión familiar para el día del pago.
ReplyDeleteTodo era rico, pero siempre faltaba la bebida.
Perplejo