Tengo canciones.
Canto en la cabeza, canto hacia adentro, canto cuando los demás sonidos son tan fuertes que nadie puede
escucharme.
Como fresas, una a una, entre la crema.
Me unto los dedos y luego los chupo, el sabor del sabor y mi sabor saben mejor que mejor juntos.
Aún trepo a los árboles, aunque menos que antes.
La cortina de mi cuarto no se descorría desde hace 7 noches, hasta que me acerqué a ella.
La luna no estaba, pero había una estrella tendida sobre las nubes, un poquito desdibujada, pero viva.
Tengo los pies sucios, he andado descalza y no los lavo desde la mañana.
Ando descalza, aún cuando hoy tengo gripa.
Me gusta ver mi reflejo en el agua, todos los días, y jugar en 15 minutos a hacerme ondas y desaparecer.
Almuerzo en una terraza, de frente a la ciudad.
Y ceno mirando luces.
Esta semana tuve dos pianos -de lejos, el mejor por celular-, un chelo de teatrino y más violín mp3.

Estuve recordando recuerdos. Por ejemplo, desde que el violín se fué hubo mucho silencio. Cada vez que me habla del Neva y explica miniaturas, adagios y orquestaciones, parece que tiene razón y realmente vamos a despedirnos por enésima vez en la puerta del teatro, como cualquier jueves, todos los jueves. El violín me protegía de todo, incluso de mi. A veces pienso que lo mejor que pudo hacer fué partir, precisamente para dejarme crecer fuera de su sombra.
En un ensayo metafísico bloqueé el otro recuerdo (no se pregunten xq la cosa salió metafísica, sólo fue lo primero que se me ocurrió escribir), para ni pensarlo, pero me llegó ayer, desde ningún lado. Suave pero complicado, un recuerdo no clasificado. Un recuerdo alegre, despues de todo. Un recuerdito verde.

Al final del día le dije a pulga que se me envolata cada dos días la conciencia, y pulga siempre encuentra la manera de hacerme reconsiderar las cosas que digo. Pulga es simplemente más inteligente que yo, me atrapa cuando toco las nubes y me desciende al suelo, con suavidad. No sé xq alguien como pulga soporta que le llame pulga.